A continuación publico la primera parte del trabajo sobre los tres ejes de la comunicación y el ciudadano cautivo.
Primera parte
1. Acceso y participación en los nuevos modos de comunicación
El siglo XXI ha presentado una situación casi desconocida anteriormente. El desarrollo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) ha facilitado al ciudadano el acceso a información antes ignorada. Aún más, éste cuenta, desde no hace mucho tiempo, no sólo con el acceso, sino además con la posibilidad de convertirse en productor de contenidos.
Debido tal vez a la falta de credibilidad en los medios masivos por una parte de la población, es que el ciudadano recurre a las TICs, convirtiéndose así, en palabras de Ignacio Ramonett, “en un medio planetario”. Es decir, el ciudadano ha devenido también en periodista ante la facultad que él mismo posee de, no sólo recibir noticias, sino también brindarlas mediante diferentes soportes, haciendo así operativo el derecho a informar que se le reconoce a todo ciudadano. Esto genera un discurso alternativo, en contraataque con las grandes cadenas.
Todo esto provocó en la sociedad un mayor interés en ser productor de la información que en consumidor. El auge de sitios web como Youtube, Twitter, Facebook, Blogspot, etc., no hace más que demostrar la necesidad de ser leídos, escuchados y vistos, construyendo así un verdadero Aleph de datos.
Análisis aparte merece la sensación imperante en nuestra época de enemistad de la población frente a los medios masivos de comunicación. Quizás sea ésta una razón más para que la ciudadanía prefiera abocarse a las TICs, dejando de lado los medios tradicionales.
Eso, lógicamente, produce connotaciones positivas y negativas. Entre las primeras encontramos la rapidez con que el ciudadano puede expresarse e informarse a través de los medios antes citados, sin dejar de lado los tradicionales. Por ejemplo mediante cartas al lector o salidas al aire en TV o radio, siendo éste último medio el de más fácil acceso a través de sms, o llamados telefónicos.
En oposición a ésto, se ha ido produciendo, aunque suene paradójico, una creciente desinformación. Ésta se produce, no ya por la ausencia de medios, sino por el exceso de oferta no calificada de los mismos que torna dificultoso aseverar como ciertos determinados datos e información.
Del mismo modo, este exceso de información genera indiferencia en el ciudadano, ya que, de cierta manera, lo agobia, promoviendo así, la negativa a tomar una postura.
A su vez, a este problema, se le suma la falta de criterio de los receptores para valorar como fidedignos los contenidos a los que tiene acceso. Es que, generalmente, la información que recibe el ciudadano es aceptada o no, dependiendo, no tanto del contenido, sino más bien del emisor.
Los sanjuaninos consideran como medios creíbles a los principales canales de televisión y sus respectivos periódicos y radios. Esta situación fue provocada, desde un principio, por la tendencia monopólica que plantea la Ley de Radiodifusión 22.285, la cual excluye la posibilidad que el sector social pueda ser licenciatario.
Reforzando lo que venimos diciendo, si se analiza el origen de la información, vemos que, a excepción de ser testigos directos de un acontecimiento, ésta es el eco de lo que antes se reprodujo a través de Los medios masivos de comunicación, el Gobierno y los Grupos de presión, es decir son estos tres ejes, en última instancia y en muchos casos, los verdaderos productores de contenidos.
La capacidad de decidir es una capacidad política y ética, que no tecnológica. La política debe estructurar el ámbito común en que el hombre ha de entenderse y cooperar con los demás buscando las maneras más oportunas de garantizar el bien social. Se deben analizar alternativas, decidir, aceptar y enfrentar las posibilidades y responsabilidades de la acción. Por lo tanto se debe identificar el sentido y la función de la tecnología: la sociedad de la información debe estar al servicio de la humanidad y las TICs tienen que atender al bienestar humano. La tecnología involucra humanidad, en tanto que tiene su origen y debe tener como fin al hombre. Considero que esta visión "humanista” (el hombre como origen y fin) es la que debe guiar la búsqueda de las maneras más oportunas de garantizar el bien social, ya que el problema no es tecnológico, sino de voluntad política.