viernes, 23 de julio de 2010

Están...

Los que usan siempre la misma ropa;
los que llevan amuletos;
los que imploran mirando al cielo; los que creen en supersticiones.

Y están los que siguen corriendo
cuando les tiemblan las piernas;
los que siguen jugando cuando se acaba el aire;
lo que siguen luchando cuando todo parece perdido,
como si cada vez fuera la última vez,
convencidos de que la vida misma es un desafío.

Sufren, pero no se quejan, porque saben que:
el dolor pasa, el sudor se seca, el cansancio se termina.

Pero hay algo que nunca desaparecerá:
la satisfacción de haberlo logrado.

En sus cuerpos hay la misma cantidad de músculos;
en sus venas corre la misma sangre.

Lo que los hace diferentes, es su espíritu,
la determinación de alcanzar la cima,
una cima a la que no se llega superando a los demás,
sino superándose a uno mismo.



Pete Sampras

martes, 6 de julio de 2010

El rol del Comunicador Social

Cuando elegimos una carrera, cualquiera sea, es muy difícil que nos preguntemos cuál es el rol que vamos a cumplir en la sociedad como profesionales. Eso quizás se produzca porque generalmente, al ingresar a la universidad, somos adolescentes, entonces esa condición provoca que estemos parados frente al mundo de una manera poco comprometida e inmadura. De hecho, utilizando mi experiencia como estudiante y futuro licenciado en Comunicación, hace no muchos meses atrás comencé a plantearme mis pasos a seguir de una manera más profunda y comprometida con la situación sociopolítica que nos rodea y en la que estamos inmersos. Lógicamente, a pesar de la falta de rodaje que tenemos, cuando ni siquiera hemos alcanzado los veinte años, nos proyectamos y planteamos qué trabajo podríamos llegar a desempeñar una vez egresados de la facultad. Pero dicho ejercicio mental, es simplemente la puesta en práctica de lo leído, aprendido y estudiado en los claustros universitarios y que no logra que nos cuestionemos de manera crítica y reflexiva la realidad que nos rodea.
Con todo esto, estoy haciendo alusión a que, por ejemplo, pensamos si queremos escribir en un diario, participar de algún programa de radio o televisión, en menor medida y lamentablemente, nos planteamos la posibilidad de dedicarnos a la comunicación institucional. Y digo lamentablemente, porque una de las grandes falencias de la licenciatura en Comunicación Social de la UNSJ es que los alumnos creen, hasta cuarto o quinto año, que sólo pueden hacer periodismo. Toda esta futurología la llevamos a cabo sin interrogarnos cómo y de qué manera haremos alguna o varias de esas tareas.
Cabe mencionar también que, actualmente y desde mucho tiempo a esta parte, en las políticas implementadas en nuestro país en materia académica, universitaria y a nivel macro educativa, se ha puesto muchísimo esfuerzo en otras carreras que, precisamente, no están relacionadas con tener una posición crítica con, para y por la sociedad. Esto quiere decir que se invierte mucho dinero en carreras técnicas y se deja de lado, no en su totalidad pero las posibilidades son muy desiguales, a las humanísticas. Tampoco es bueno generalizar y es cierto también que existen muchos ingenieros, contadores, físicos y astrónomos, por nombrar a algunos, que se ocupan y preocupan por la pobreza, el analfabetismo, la distribución desigual de las riquezas, la corrupción y muchos otros temas que hacen al futuro de nuestro país. Tampoco es verdad que las personas encargadas de los destinos de la Argentina sólo se dediquen a efectivizar las obras públicas y que no se invierta en otras cuestiones.
Pero, una de las preguntas que me hago y que creo poder contestar en estas páginas, es ¿por qué las instituciones no están dirigidas, mayoritariamente, por sociólogos, trabajadores sociales, filósofos, artistas, comunicadores?
Haciendo un breve repaso de la historia reciente de la Argentina, me encuentro con que Chacho Álvarez, ex vicepresidente de la Nación y que compartió fórmula con Fernando de la Rúa, renunció al poco tiempo de haberse hecho cargo del gobierno nacional. No es un dato menor porque Álvarez es sociólogo. Entonces, a la luz de los acontecimientos, ¿no sería mejor destinar grandes cifras de dinero a fomentar otras áreas que no cuentan con el apoyo suficiente en la actualidad, y que servirían para atacar problemas muy profundos y que quizás son más importantes que la construcción de un Centro Cívico o la parquización de una circunvalación? Una posible respuesta es que políticamente, por votos y tiempo, es más rápido y efectivo hacer un dique antes que iniciar un proceso de alfabetización y de educación profundo, ya que éste insumiría muchos años de gestación y puesta en práctica. Además, un proceso de alfabetización no es tan visible y requiere más tiempo que un estadio de fútbol.
Por otro lado, hago hincapié en que sería bueno que hombres y mujeres que han dedicado toda su vida al estudio del comportamiento social de los seres humanos y a la interacción de éstos en todos los ámbitos de la vida, ocupen cargos significativos y de toma de decisiones.
Escapando un poco de la cuestión obra pública, considero que es menester aclarar que el apoyo a las carreras técnicas es muy importante para el desarrollo de cualquier país; sería muy necio de mi parte no reconocer los progresos que trae, pero se ha transformado en una obsesión de sucesivos gobiernos y tomado desde una perspectiva totalmente diferente, también mía. A pesar de eso, creo haber encontrado otra respuesta al por qué es conveniente tener más profesionales de las ciencias duras que de las blandas en el seno de la población. Desde este párrafo ya empiezo a centrarme de manera un poco más específica en el rol del comunicador social que, podrán darse cuenta, no ha dejado de estar presente en las líneas anteriores debido a que si es importante una persona que se ocupa de la ciencia que estudia la estructura y la función de las relaciones sociales, costumbres e instituciones en diferentes grupos, y el proceso por el cual ellas cambian, también lo es aquél profesional que se encarga de la comunicación.

El comunicador en la sociedad

“El cambio real no lo puede hacer sólo el gobierno por su cuenta, sino cuando todos empujan para el mismo lado, se unen y trabajan juntos, cuando ejercemos nuestras responsabilidades para con nosotros, nuestras familias, nuestras comunidades y con los otros. Quiero ayudar a construir una sociedad más responsable aquí en Gran Bretaña, en la que no nos preguntemos sólo ¿cuáles son mis derechos?, sino ¿cuáles son mis responsabilidades? Una sociedad en la que no nos preguntemos sólo ¿qué me deben?, sino ¿qué puedo ofrecer?”.
Esta es una parte del discurso del flamante nuevo Primer Ministro Británico, David Cameron. Tomé un breve párrafo de su alocución luego de reemplazar a Gordon Brown porque considero que es sintetizador de lo que pienso. Defenderé mi postura desde el punto de vista del comunicador pero, sin lugar a dudas, las líneas escritas anteriormente caben para cualquier profesión. De hecho, todos los abogados, médicos, contadores, ingenieros, periodistas, empresarios, etcétera, deberían desempeñarse con responsabilidad, de manera moralmente correcta, tener principios y valores intachables al momento de ejercer su tarea.
Ahora bien, situándome en el lugar del comunicador, sin esos parámetros, es imposible, o mejor dicho, me resulta inviable desempeñar mi profesión. Necesitamos gente que piense en el otro, en qué se puede hacer para que mi acción le resulte positiva al prójimo. Entre todos, y sobre todo, debemos ayudar a construir una sociedad más responsable, justa y equitativa. En ese contexto, el rol del comunicador social es preponderante porque, en una sociedad, o mejor dicho, en un mundo en el que todo es comunicación, si eso falla, las demás tareas de distintos órdenes, no pueden realizarse de una manera pura y humana. No sólo desempeñándose erróneamente en la comunicación se puede hacer daño, sino también intencionalmente muchas personas se desenvuelven, comunicacionalmente hablando, con fines pura y exclusivamente maléficos y destructores. Por lo tanto, si la comunicación es de vital importancia, me parece que el rol del comunicador, por acción de causa-efecto, también lo es.


En el ojo de la tormenta

Se viven momentos en nuestro país en el que el periodismo está en el ojo de la tormenta. Por estos motivos, es que se hace mucho más sensible todavía plasmar algunas ideas en estos papeles, pero indudablemente es de suma importancia poder decir lo que no se escucha y escribir, lo que no se lee. Por motivos económicos y sobre todo de poder, el periodista, comunicador por excelencia y que hace las veces de mediador entre el estado y la sociedad, se encuentra expuesto a diferentes pujas. Frente a ese panorama, trabajemos en un gran diario, canal o en una pequeña radio de nuestro barrio, llegamos de manera masiva a diferentes personas y eso nos tiene que dotar de una gran responsabilidad.
Muchos periodistas o, en otras palabras, muchos dueños de medios de comunicación no prestan atención a ese detalle, porque sí lo conocen, sólo que hacen “oídos sordos” ya que económicamente se ven favorecidos y es muy rentable hacerse los distraídos. Los inconvenientes que puede provocar un “profesional” del periodismo irresponsable y que no conozca diversos temas en profundidad, son incalculables. Todo esto tiene una explicación y en muchos casos el trabajador de la prensa es responsable de causar, por ejemplo, choques a la niñez publicando una foto en la tapa de un diario. Pero en la gran mayoría, son rehenes de la puja de intereses económicos y políticos antes citada. Esto no es un dato menor ya que en la tarea del periodista ese marco que en muchos casos es muy peligroso, tiene que hacerlo más reflexivo y responsable para con los lectores, oyentes o televidentes.
Con esta realidad que nos rodea, perversa por cierto, en la que somos el blanco de muchas críticas, si no tenemos valores sustanciosos que nos hagan ser inmunes a ciertos estereotipos de mercenarios, es muy difícil tener la conciencia tranquila que, en definitiva, es a lo que todos los hombres y mujeres de bien aspiramos.


La comunicación desde otra mirada

En esta parte del texto pretendo situarme desde el punto de vista de la comunicación institucional. Lógicamente no deja de rozar al rol del comunicador como ser humano, y mucho menos, a este como líder de opinión y persona influyente en la sociedad. Actualmente, la visión de dirigentes de diferentes instituciones y empresas, es a corto plazo. No se invierte en el personal y con esto quiero decir que, por citar sólo un ejemplo, no capacitan a las personas que tienen a cargo o, dicho en pocas palabras, no destinan parte de sus recursos para dar conocimiento. La pregunta que cabe hacerse es, ¿qué provoca esa falta de inversión y, por ende, falencia en la comunicación interna? La primera respuesta que puedo encontrar a esta simple pregunta es que, la falta de perfeccionamiento al que se encuentran expuestos muchos integrantes de empresas e instituciones, hace que no se sientan parte de esa organización. A simple vista parecería poco trascendente plantearlo de esa manera, y hasta podríamos decir que una situación de esa naturaleza no generaría grandes problemas en el funcionamiento general de la institución y, partiendo de esa base, mucho menos en el seno de la población.
La pertenencia se construye cuando se adhiere a una identidad. Por eso, si como empleados no nos sentimos identificados con el lugar en el que nos desempeñamos, no nos vamos a sentir parte. Tiene sus efectos colaterales en la sociedad, porque el hombre es como es por su relación con los demás. Interactúa con sus semejantes y esa insatisfacción a la que no es inmune en su ámbito laboral, la traslada luego al seno familiar y a la relación con los amigos. Cité sólo el ejemplo de la falta de capacitación, que genera en un empleado la posibilidad de pensar que la institución de la que forma parte se preocupa por él, dándole conocimiento para apostar a su capacidad y contar con su trabajo y desempeño por mucho tiempo más.
Podrían mencionarse más situaciones, aunque no es el objetivo de este ensayo. ¿Cuál es el rol del comunicador en este aspecto? Fundamental, por supuesto. Los efectos concatenados son los que ya plantee, por ello nosotros tenemos la obligación en un futuro de hacernos cargos de esos puestos que, a la larga, producen descalabros en la ciudadanía.

La tarea del comunicador social es de suma importancia, porque comunicándonos socializamos, formamos memoria, aprendemos, nos integramos y compartimos códigos comunes. “La pérdida del arraigo del hombre de hoy no viene simplemente causada por las circunstancias externas y el destino, ni tampoco reside sólo en la negligencia y la superficialidad del modo de vida. La pérdida de arraigo procede del espíritu de la época en la que a todos nos ha tocado nacer”, señala Martín Heidegger. A la pregunta ¿cómo me veo en un futuro? Luchando contra lo que dice Heidegger. La comunicación es la mejor herramienta para combatir eso. Por la falta de la interrelación es que nos encontramos desarraigados, no nos sentimos identificados (como el ejemplo de las instituciones). Mediante estas palabras del filósofo, queda más que claro que lo que se provoca en una organización también repercute en los demás.

Me gustaría culminar este escrito respondiendo otra pregunta, para que cada uno, en el lugar que le corresponda y se sienta involucrado, pueda proyectarse de manera sincera y sin perder de vista los valores que traemos, palabra en la que insisto. ¿Qué hacer frente al panorama del desarraigo y la falta de identidad, acrecentado por las tecnologías y la vertiginosidad en la cual vivimos? Echar mano de la nostalgia no parece constructivo. Decir que lo pasado fue mejor, lo único que hace es conducirnos a un pesimismo que impide comprender por qué vivimos en la cultura de lo vertiginoso y esto se debe a que no miramos para adelante, o mejor dicho, actuamos a una velocidad que nos obliga a no detenernos y recapacitar acerca de lo que vivimos. Lo que sí podemos hacer es tomar nota del espíritu de la época para saber cuáles son las nuevas formas de vivir y de narrar lo que se experimenta dentro de una empresa y de una forma aun más superior en la sociedad, las maneras de estar y de sentirnos juntos, de socializar y por ende, de comunicarnos y expresarnos.